domingo, noviembre 19, 2023

POR UNA CAUSA JUSTA

 

Hoy no he demostrado suficiente entusiasmo en la lapidación pública del compañero Fernández. Tres de las cuatro piedras que he lanzado han caído a sus pies. Bueno, a decir verdad una de ellas le ha herido en un tobillo. Eso tal vez cuente, no sé. En realidad no ha sido falta de entusiasmo, faltaría más, es sólo que últimamente me siento un poco cansado. Tal vez me falten vitaminas; debería consultarlo con el médico, pero no quiero dar problemas, ni arriesgarme a que se me catalogue como persona negativa, o débil. Pensándolo bien, mañana denunciaré a Gómez. Dudó a la hora de presentarse voluntaria para el asunto de las urnas, y lo vio más gente. Además, tampoco quiso ir en primera fila en la manifestación, se conformó con avanzar en medio de la multitud, oculta entre personas anónimas. Es mi amiga, pero la denunciaré. Creo que eso dejará clara mi adhesión sin fisuras a los valores que defendemos. Sin nuestros valores no seríamos más que una piara de cerdos. Ahora me siento mejor; siento que ya me vence el sueño. Esta noche dormiré profundamente. Es la tranquilidad que da luchar por una causa justa. 


jueves, agosto 03, 2023

EL VERANO DEL FUTURO

    Estábamos tumbados en la ladera de la colina, con la espalda pegada a la hierba y el rostro encarado a las estrellas. Contemplábamos el firmamento de forma indolente. Era una noche de julio ideal para perder el tiempo observando los astros. No había Luna y una brisa ligera y constante retiraba la humedad del aire. Venus se había ocultado más allá del horizonte hacía tiempo, pero Júpiter aún era visible, y también Marte, con su característico fulgor rojizo, tenue pero inconfundible. Tras ellos, incontables luciérnagas cósmicas, arremolinadas en enjambres y nebulosas, titilaban lejanas. La oscuridad era tan profunda que incluso la espina dorsal de la Vía Láctea se podía distinguir surcando el cielo de horizonte a horizonte como un río de luz y sombras. Un grillo cantaba cerca. Violeta habló justo después de la tercera estrella fugaz.
    —¿Has pensado —dijo— en qué les vas a decir a tus padres?
    Mis padres llegarían al día siguiente con la idea de quedarse una temporada en la montaña, y no: no había pensado en qué iba a decirles. Durante aquellos días de vacaciones, como en tantos otros momentos, cuestiones menos prácticas ocupaban mi mente.
    —¿Y tú has pensado —pregunté a Violeta— que la estabilidad de los protones tal vez dependa del volumen del universo, de tal forma que cuanto más aumente éste más se acerquen aquellos a una transición de fase?
    —¡Qué ideas más locas tienes! —replicó ella—. ¿Por qué va a depender la estabilidad de los protones del volumen del Universo?
    —Del volumen, o de la velocidad de expansión… vete tú a saber —aventuré—, aún no tenemos un modelo completo de las leyes de la Física… ¿Quién te dice a ti que no hay una conexión semejante entre lo subatómico y lo cósmico? No rompería ninguna ley conocida. Puede ser una idea equivocada, pero no es descabellada.
    Así nos entreteníamos aquel verano. Dejábamos volar la imaginación. Fabulábamos.
    —Veo que es inevitable que estudies Física —comprendió ella—, no Medicina, como quieren tus padres.
    —Sí, creo que sí —admití yo—, y tú Matemáticas.
    Violeta sonrió, cómplice, y, al cabo de dos meteoros más, confesó:
    —A mí me da igual lo que estudies, Andoni.
    Entonces su mano buscó la mía y nos agarramos los dos sin dejar de mirar a las estrellas.
    —Siempre que el próximo verano nos volvamos a encontrar aquí —añadió—, y al otro, y al otro…
    Pasaron más estrellas fugaces. Por cada una de ellas, Violeta dibujaba una línea imaginaria con su índice en la palma de mi mano.
    —¿Te das cuenta? —continué yo—… En cualquier momento, sin previo aviso, podría suceder que el volumen del universo, o su velocidad de expansión, superaran cierto umbral crítico y los protones se volvieran inestables. Y entonces todo desaparecería de golpe como si nunca hubiera existido.
    Su mano apretó la mía.
    —Si ocurriera —dijo—, ¿tú crees que nos dolería?
    El grillo se calló, atento a mi respuesta.
    —No cre



martes, julio 11, 2023

LA ALTA FRONTERA

 


Crecí viendo la serie Cosmos de Carl Sagan y El hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente, leyendo relatos de ciencia ficción clásicos, mirando al cielo deseando ver un platillo volante (aunque no creyera mucho en eso de los avistamientos OVNI), disfrutando de Mazinger Z y emocionándome con las aventuras del capitán Harlock (https://youtu.be/qIpKeihBB2A). Al mismo tiempo, la guerra nuclear total fue una amenaza constante a lo largo de toda mi infancia y buena parte de mi juventud. El futuro era incierto (en realidad, siempre lo ha sido). Sin embargo, a pesar de todo, y sobre todo, era un reto; y un reto al que debíamos enfrentarnos todos juntos, la humanidad entera, sin dejar a nadie atrás. También recuerdo que creíamos en el progreso.


Hoy en día veo con estupor cómo la mayoría de aquellos que dicen ser progresistas han renunciado a palabras como humanismo, ciencia y conocimiento y las han sustituido por otras más propias de sacerdotes rancios, como pecado, culpa y penitencia. La búsqueda de la verdad, a día de hoy, está mal vista: se considera una forma de opresión. El relato es más valioso que el conocimiento. Y ahora diré una cosa que, hoy en día, no se puede decir, a no ser que quieras quedarte sin amigos: el saber de los chamanes no es equivalente al conocimiento científico. Por decir estas cosas, y otras, estoy condenado. Así de fácil es condenarse actualmente. Supongo que esto no lo arreglo ni con la penitencia del lenguaje inclusivo, y que merezco todo el decrecimiento que algunos piden para los países ricos.


Por si fuera poco, apreciados Sacerdotes De Lo Correcto, vengo a confesar, sin vergüenza alguna, que estoy leyendo el libro The High Frontier, el que Gerard K. O’Neill escribió en 1974; y no sólo lo estoy leyendo sino que, además, me he atrevido a traducir uno de los primeros párrafos:


“Nuestro objetivo es encontrar formas en las que toda la humanidad pueda compartir los beneficios derivados de la rápida expansión del conocimiento humano, y al mismo tiempo evitar que los aspectos materiales de esa expansión contaminen el hogar global en el que vivimos. Es inevitable que muchas de las cuestiones que se traten en este libro sean materialistas, pero mucho más que la supervivencia material está en juego. Los logros más excelsos de la humanidad en el arte, la música y la literatura nunca habrían tenido lugar si no hubiera habido tiempo libre y riqueza; no debemos avergonzarnos de buscar formas en las que toda la humanidad pueda disfrutar de esa riqueza.” The High Frontier. Gerard K. O’Neill


(“Our goal is to find ways in which all of humanity can share in the benefits that have come from the rapid expansion of human knowledge, and yet prevent the material aspects of that expansion from fouling the worldwide nest in which we live. Necessarily, many of the concerns of this book are materialistic, but more than material survival is at stake. The most soaring achievements of mankind in the arts, music and literature could never have occurred without a certain amount of leisure and wealth; we should not be ashamed to search for ways in which all of humankind can enjoy that wealth.” The High Frontier. Gerard K. O’Neill.)


No sé, igual es una locura, pero tengo la sensación de que el día que dediquemos más tiempo a mirarnos el ombligo que a mirar a la frontera será el día que marque el principio del fin de la civilización humana. Siempre ha sido así y siempre lo será, al menos mientras nuestra naturaleza sea humana. Desconfíe de aquellos que se rían de los exploradores. Explorar es tan imprescindible como comer.