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Planta solar fotovoltaica Nuñez de Balboa (Badajoz) |
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Central nuclear de Ascó (Tarragona). |
Una forma de conseguir corriente eléctrica es exponer paneles de silicio a la luz del Sol. Al incidir la luz sobre el silicio se produce un flujo de electrones que, bien aprovechado, acaba convertido en la corriente eléctrica que usamos en empresas y hogares. A esta fuente de energía se le llama “energía solar fotovoltaica” y parece muy buena idea, y realmente lo es, pero como cualquier forma de producir corriente eléctrica tiene sus inconvenientes. En mi opinión, el principal es su baja densidad, es decir: para conseguir producir mucha energía necesitas una gran extensión de placas solares. Y cuando hablamos de una gran extensión hablamos de miles de hectáreas para obtener una potencia comparable a la de las centrales térmicas tradicionales (lo de tradicional es una forma de hablar porque hace sólo cien años no existían las centrales térmicas que usamos habitualmente hoy en día). Por ejemplo, la planta solar fotovoltaica Núñez de Balboa (Badajoz) tiene una potencia de 500 MW y ocupa 1000 hectáreas. La central nuclear de Ascó, en comparación, ocupa 250 hectáreas y tiene una potencia de poco más de 2000 MW. Es decir, en una superficie cuatro veces menor es capaz de generar cuatro veces más energía por unidad de tiempo. Pero no sólo eso, si nos fijamos en la cantidad de energía generada anualmente, resulta que la planta solar produce 832 GWh en un año mientras que la central nuclear llega a generar 16207 GWh. Esto significa que con una superficie ocupada cuatro veces menor, se genera del orden de 19 veces más energía a lo largo de un año (1).
Podría aducirse que las centrales nucleares no pueden funcionar sin minas que exploten los recursos minerales, y que estas minas ocupan mucho más espacio; pero es que las centrales solares también necesitan minas. Si se hicieran los cálculos teniendo en cuenta los terrenos necesarios para minería, almacenamiento y transporte los resultados serían los siguientes: nuclear, necesita unas 5 hectáreas por MW; solar fotovoltaica, unas 18 hectáreas por MW; eólica, 29 hectáreas por MW; hidroeléctrica, 127.5 hectáreas por MW (2). Podemos ser escépticos ante este dato (es más: debemos), pero es un resultado plausible teniendo en cuenta la altísima densidad de energía que hay en el núcleo atómico.
¿Quieren estos datos decir que la energía solar fotovoltaica no es tan buena idea, al fin y al cabo? En absoluto, hay otros factores a la hora de valorar el uso de una fuente de energía, pero sí creo que deberían movernos a la reflexión. Actualmente en España hay instaladas suficientes placas solares como para generar hasta 30 GW de potencia, lo cual significa que hay ocupada una superficie equivalente a unas seis ciudades de Barcelona. Si hubiéramos apostado por la nuclear nos quedaría liberado un territorio equivalente a más de cuatro ciudades de Barcelona para bosques, prados, dehesas, campos de cultivo o simplemente parques por donde pasear, y además generaríamos unas diecinueve veces más energía de la que generamos con las placas solares. Obviamente, habría que ver qué coste económico tendría semejante apuesta. En estas líneas sólo estoy comentando cuestiones físicas. Además, tampoco parece prudente dejar completamente de lado una fuente de energía tan relativamente abundante en estas latitudes (que es, por cierto, lo que ha hecho el gobierno con la energía nuclear al prohibir por decreto la explotación de las reservas de uranio que hay en España y pretender cerrar los reactores actualmente en funcionamiento).
En cualquier caso, escribo con el ánimo de ayudar a hacernos conscientes de que la obtención de energía siempre tiene un precio, siempre se hace a costa de algo, nunca es gratis. La civilización se construye invariablemente pactando con la realidad, nunca dándole la espalda. Por eso es conveniente conocer la realidad… y el precio que nos va a cobrar.
Mi opinión personal es que será en el espacio donde la energía solar podrá desarrollar todo su potencial: cerca de la órbita de la Tierra se podrían instalar grandes extensiones de placas solares (o mejor aún: paneles solares flexibles) que recogieran parte de la ingente cantidad de energía que emite el Sol. En el espacio no importa cuán extensos sean estos campos solares, y la luz del Sol sería una fuente virtualmente inagotable e ininterrumpida de energía. Desde estas instalaciones se podría enviar en forma de rayos de microondas hacia nuestro planeta, donde la podríamos transformar en corriente eléctrica. Esta idea no es nueva: ya la propuso el físico Gerard K. O’Neill en los años setenta (3). Hoy en día sigue siendo ciencia ficción, pero no es una idea descabellada en absoluto, al contrario: en la opinión de muchos, junto con la fusión, es el futuro de la Humanidad.
Planta solar fotovoltaica Francisco Pizarro (Cáceres). Central nuclear de Almaraz (Cáceres)
Fuentes:
(1) https://www.iberdrola.com/conocenos/nuestra-actividad/energia-solar-fotovoltaica/planta-fotovoltaica-nunez-de-balboa, https://es.wikipedia.org/wiki/Central_nuclear_de_Asc%C3%B3
(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Gerard_K._O%27Neill
Víctor Guisado Muñoz