ATENCIÓN:
Este artículo es el último de una serie de artículos sobre la homeopatía y por qué sabemos que no funciona. Se puede leer independientemente de los anteriores, pero también es muy recomendable leer los anteriores, sobre todo si el lector no está familiarizado con una serie de ideas fundamentales como son las de átomo, molécula o dosis:
1- Una barra de cobre en mis manos (https://callejonsinsalida.blogspot.com/2017/10/un-cable-de-cobre-en-mis-manos.html)
2- Una copa de vino en la piscina (https://callejonsinsalida.blogspot.com/2017/11/una-copa-de-vino-en-mi-piscina.html)
3- Un OVNI en la ensalada (https://callejonsinsalida.blogspot.com/2019/09/un-ovni-en-la-ensalada_25.html)
Los cuatro artículos son extensos y complejos. No se han escrito para proporcionar al lector un entretenimiento superficial y pasajero sino para dotarlo de una base de conocimiento que le permita entender por sí mismo por qué no funciona la homeopatía.
Gracias por su atención y buena suerte.
UNA DUDA EN MI NARIZ
Todos los seres humanos intentamos proteger nuestras creencias. Forman parte de nosotros hasta el punto de confundirlas con nosotros mismos en no pocas ocasiones. Esta confusión conduce a que nuestro instinto de supervivencia se active cada vez que las cuestionan. No sólo nos sentimos incómodos sino incluso amenazados, como si nuestra preservación, o la de nuestra tribu, estuviese comprometida. Sin embargo, cuestionar, dudar, o más bien saber dudar, sobre todo de nosotros mismos, es imprescindible para llegar a conocer (1). Y conocer, a su vez, es imprescindible para el florecimiento humano.
Probablemente, creer y dudar sean parte ineludible de una genuina existencia humana. Conseguir combinar ambas tendencias de forma fértil y constructiva no es en absoluto sencillo, pero tampoco es una tarea imposible. Exige, eso sí, aprendizaje y entrenamiento, y por supuesto una reflexión constante, consciente, honesta y rigurosa acerca de nuestras lealtades y de nuestros supuestos conocimientos. Tal reflexión conlleva un gran esfuerzo y un gran gasto de energía. A cambio, nos permite conocer el mundo más allá de nuestras heurísticas y gozar en toda su magnitud de nuestra condición de seres conscientes y limitados ante un Universo inmenso e indiferente.
Sin embargo, teniendo en cuenta que la disponibilidad de energía es limitada y que nuestra supervivencia y desarrollo personal no depende sólo de la exactitud de nuestro mapa mental del mundo externo sino también de nuestra posición en el grupo con el que convivimos, la realidad es que raramente cuestionamos al pelotón. Simplemente, nos dejamos llevar. Energéticamente hablando, la mayor parte de las veces nos sale más a cuenta mantenernos tras su estela que poner en duda su formación. Esta estrategia nos permite aprovechar todas las ventajas del creer sin tener que asumir ninguno de los inconvenientes del dudar.
Es un comportamiento natural y espontáneo en todos nosotros, los homo sapiens, como seres sociales que somos. Es más: es necesario. No sólo la debilidad de nuestra condición natural nos impele a agregarnos para aumentar las probabilidades de supervivencia, nuestra propia condición humana no puede desarrollarse fuera del grupo. Ningún ser humano sobrevive solo ni se hace a sí mismo. Para conseguir un buen dominio del lenguaje y las primeras representaciones abstractas del mundo necesitamos al grupo. Mientras otros géneros afilaban garras o colmillos, u olfato o vista, o cualquier otra característica física, el género homo desarrollaba una gran capacidad de representación abstracta del mundo gracias a un cerebro creciente, sustento de una mente cada vez más compleja que necesitaba crecer en el seno de un grupo, si quería alcanzar todo su potencial. La soledad no sienta bien a las mentes complejas, a no ser que seas un pulpo. En nuestro caso, el grupo nos aúpa a nuestra condición humana, y nos ofrece una ayuda imprescindible para conseguir un mapa mental del mundo.
A pesar de todo, si nos limitáramos a aceptar las ideas que nos llegan a través de otros, a seguir al grupo sin cuestionar nada para encajar mejor en él, a no dudar de nosotros mismos, probablemente estaríamos disminuyéndonos como seres humanos.
Claro que… ¿quién nos lo podría reprochar? No es culpa nuestra ser seres tan débiles y con unos sistemas perceptivos tan plagados de sesgos. Enfrentarse al grupo y a nosotros mismos en busca de la verdad es un esfuerzo considerable, incluso un riesgo inasumible, a veces. La vida es dura, el sufrimiento frecuente, la intemperie inhóspita... ¿Qué le debemos a la verdad, al Universo, a nadie? De hecho, siendo como somos (seres sociales) y siendo como es la vida, el Universo y todo lo demás (una lucha constante contra la entropía y la falta de recursos), todos nosotros acabamos fiándonos, en mayor o menor medida, de la palabra de otros, en quienes depositamos nuestra confianza, buscamos una tribu en la que acomodarnos y, en no pocas ocasiones, sin ni siquiera darnos cuenta, nos basta con la profundidad espiritual de un vendedor de crecepelos para ir tirando; sobre todo si el esfuerzo que han hecho los que nos precedieron nos aísla en una cómoda burbuja tecnológica del inclemente mundo natural (2).
Y aun así... no debemos olvidar nunca que las ideas tienen repercusiones en el mundo externo; y que nuestro deber como seres humanos es asumir la responsabilidad de dichas repercusiones, aunque lo único que hayamos hecho haya sido seguir la estela del pelotón.
Ciertas ideas pueden destrozar la vida de muchísimas personas. Es el caso de la que ha defendido Europa contra la pandemia (“convivencia con el virus”), de la que ha defendido Greenpeace contra el arroz dorado (“los transgénicos son malos”) o de las que sostienen las pseudoterapias (“lo antiguo es más natural y, por lo tanto, mejor”, por ejemplo) (3). Los que defienden estas ideas, o han guardado silencio frente a ellas, siempre se podrán quitar de encima la responsabilidad de las víctimas que se vayan produciendo por el camino echando la culpa a terceros o a circunstancias, y encontrar paz gracias a sus creencias (que es precisamente para lo que en realidad las quieren: para no tener consciencia, y por eso necesitan que sean incuestionables, o bien racionalizarlas hasta el punto de blindarlas frente a cualquier posible objeción).
Hay que asumir que el conocimiento no será una recompensa valiosa para la mayoría, menos aún teniendo en cuenta el gasto enorme de energía que implica, el vértigo ante un Universo indiferente y la responsabilidad colosal que conlleva en la mayor parte de casos; y todavía menos pudiendo disfrutar de la tecnología sin realizar el esfuerzo de tener que inventarla nosotros mismos (4). Al final, el que estemos dispuestos a jugárnosla dudando, en un intento continuo por conseguir mapas del mundo cuanto más precisos mejor, a pesar del desgaste y exposición que esto implica, dependerá de nuestros valores más íntimos como personas.
En el caso concreto de la homeopatía y otras pseudoterapias, no son pocos los que deciden proteger sus creencias en ellas diciendo que “la Ciencia no lo sabe todo”. Tal afirmación, en realidad, es bastante vaga. Si lo que quieren decir es que la Ciencia no puede saberlo todo, es decir, que hay fenómenos arbitrarios que están más allá de la capacidad de explicación de la Ciencia entonces deberían admitir, los que sostienen tal cosa, que creen en milagros, pero, al mismo tiempo, en la posibilidad de tasarlos, venderlos y comprarlos en los establecimientos correspondientes. No pasa nada, la vida es dura y la intemperie inhóspita… Tal vez, incluso tengan razón y al final resulte que la Ciencia no pueda explicarlo todo. Quién sabe. Pero no pueden pretender tener razón a base de invocar la magia cuando les convenga, es decir, cuando se les acaben los argumentos y no sepan cómo justificar su postura. Si la homeopatía tiene unas reglas (las estipuladas por Samuel Hahnemann) que indican cómo manipular el medio natural para obtener unos resultados, significa que admite la existencia de una estructura lógica subyacente en el medio natural, y por lo tanto los efectos de la aplicación de estas reglas deberían poder valorarse empíricamente. O hablamos de magia, o hablamos de razón. O hablamos de milagros, o hablamos de Física y Química. Los creyentes en la homeopatía, en este caso, deberían admitir, en definitiva, que no están dispuestos a un debate racional y que cuando defienden la homeopatía, o cualquier otra pseudoterapia, no están reivindicando un hecho sino haciendo proselitismo a favor de su religión.
Si lo que quieren decir, en cambio, es que la Ciencia aún no lo sabe todo, es decir, que hay cosas que la Ciencia simplemente aún no puede explicar entonces puede que sí quede margen para el debate racional, pues es verdad que ocurren cosas en el Universo que la Ciencia aún no puede explicar, como por ejemplo: su expansión acelerada, o el propio Universo, sin ir más lejos.
Ahora bien… ¡Atención!... tenemos un cierto grado de certidumbre de que el Universo ocurre, existe; sin embargo, ¿tenemos el mismo grado de certidumbre de que “ocurre” la homeopatía, quiero decir, de que funciona como terapia, de que sea eficaz?
En principio, podríamos responder a priori que la homeopatía no ocurre, porque aunque no lo sepamos todo, sí hay cosas que sabemos con un grado de certidumbre altísimo. Sabemos, por ejemplo, que la materia está constituida por átomos y moléculas (Una barra de cobre en mis manos), que los efectos de una sustancia en nuestro organismo dependen de la dosis, y que estos efectos tienden a diluirse con la dilución de la substancia (Una copa de vino en mi piscina), y que las moléculas de agua no pueden formar estructuras estables, al menos a temperatura ambiente o mayores, debido al ruido térmico (Un ovni en la ensalada), y que por lo tanto no puede tener “memoria”.
Por todo esto, que es lo que sabemos, podríamos apostar con decisión por que los dos principios en los que se basa la homeopatía (lo semejante cura a lo semejante, y cuanto mayor sea la dilución, más potente es el efecto) no deberían funcionar y, por lo tanto, por que la homeopatía no ocurre en nuestro Universo. Una sustancia que provoque unos determinados síntomas no tiene por qué curar esos mismos síntomas (5), y cuanto más se diluye un principio activo, menor será su dosis y, por lo tanto, menor su efecto hasta que llegará un momento en que no habrá efecto alguno.
A pesar de todo, y precisamente porque admitimos que no lo sabemos todo, para responder a la pregunta de si la homeopatía funciona o no, no nos queda más remedio que observar con atención. La probabilidad a priori de que funcione es extremadamente baja, sí, pero si mediante la observación recogemos nuevas evidencias, podría ser que esta probabilidad aumentara.
Sin embargo, no es nada sencillo observar con rigor y honestidad el mundo. La integración que realiza nuestro cerebro a partir de la información sensorial que recibe tiene muchas limitaciones y adolece de numerosos sesgos. Los sesgos son desequilibrios en la percepción de nuestro entorno, errores que nos llevan a engaños a la hora de construir una imagen del mundo: cosas que vemos de una manera, y en realidad son de otra. Los engaños más conocidos son las ilusiones ópticas, pero los más peligrosos son las ilusiones cognitivas, es decir, cuando creemos saber algo que, en el fondo, no sabemos. Creer saber algo nos proporciona una gran sensación de seguridad, sin duda, pero si las cosas son de forma diferente a como creemos que son, podemos acabar tomando decisiones erróneas por culpa de las cuales sufriremos y haremos sufrir a los demás.
Con el paso de los siglos, los seres humanos hemos comprendido que la construcción de conocimiento a partir de nuestras observaciones y pensamientos es una labor ardua y difícil, y además necesariamente colectiva. Como parte de esta labor colectiva, los científicos publican el resultado de sus estudios y observaciones en revistas especializadas. De esta forma, comparten su trabajo con la comunidad, reciben críticas, aportaciones y contribuyen al conocimiento sobre una materia. No todas las revistas tienen estándares de calidad altos, ni todos los estudios que se publican en las que tienen más prestigio son confiables. La verdad es que se publica muchísima basura: trabajos mal hechos, observaciones deficientes, estudios llenos de sesgos o que se deben más a intereses espúreos que a la búsqueda de conocimiento, etc...
Para poner un poco de orden y tener una visión diáfana del estado en el que se encuentra el conocimiento sobre una materia concreta, hay personas que se dedican a hacer revisiones sistemáticas de todos los estudios que se publican sobre tal materia. Estas evaluaciones también se publican en revistas especializadas y se llaman metaestudios o metaanálisis. En estos metaestudios se examina estudio por estudio, se descartan los que no cumplen unos mínimos requisitos de calidad y se evalúan las conclusiones. Sobre este tema en concreto se puede leer el excelente artículo de Javier Yanes, enlazado al final de este texto (6). La clave es comprender que en los metaestudios se exponen las conclusiones más sólidas a las que se ha podido llegar a raíz de las observaciones llevadas a cabo.
Muy bien, y ¿qué es lo que dicen los metaestudios sobre la homeopatía? ¿Ocurren en el Universo sus supuestos efectos terapéuticos con el mismo grado de certidumbre que ocurre el propio Universo? La respuesta es rotundamente no. Y no lo digo yo, que soy un completo desconocido, lo dice un montón de gente que se juega el prestigio en estas lides. A continuación, presentaré una lista de conclusiones a las que han llegado grupos de investigación independientes que se han dedicado a analizar la evidencia presentada y, como podrá ver el lector, lo que tienen en común todas ellas es que la homeopatía no funciona mejor que un placebo, es decir, no funciona: no es un medicamento, no es una terapia (7). Vamos allá:
1 - INFORME ENCARGADO POR LA CASA DE LOS COMUNES AL COMITÉ DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA (2010) (8)
Conclusiones (extracto):
1.1 - “70. In our view, the systematic reviews and meta-analyses conclusively demonstrate that homeopathic products perform no better than placebos.” (70. En nuestra opinión, las revisiones sistemáticas y los metanálisis demuestran de manera concluyente que los productos homeopáticos no funcionan mejor que los placebos.”) (8)
1.2 - “157. By providing homeopathy on the NHS and allowing MHRA licensing of products which subsequently appear on pharmacy shelves, the Government runs the risk of endorsing homeopathy as an efficacious system of medicine. To maintain patient trust, choice and safety, the Government should not endorse the use of placebo treatments, including homeopathy. Homeopathy should not be funded on the NHS and the MHRA should stop licensing homeopathic products.” (157. Al ofrecer homeopatía en el NHS y permitir que la MHRA conceda licencias de productos que posteriormente aparecen en los estantes de las farmacias, el Gobierno corre el riesgo de respaldar la homeopatía como un sistema de medicina eficaz. Para mantener la confianza, la elección y la seguridad del paciente, el gobierno no debe respaldar el uso de placebos como tratamientos, incluida la homeopatía. La homeopatía no debería ser financiada por el NHS y la MHRA debería dejar de otorgar licencias de productos homeopáticos.) (9) 2 - INFORME DE LA REAL ACADEMIA DE FARMACIA SOBRE LA POSICIÓN ACTUAL DE LOS PRODUCTOS HOMEOPÁTICOS (junio, 2017) (10): Conclusiones (extracto): “4. (...) La baja calidad en el diseño de los estudios dirigidos a demostrar la eficacia de los productos homeopáticos da poco valor a los escasos resultados positivos que están recogidos en la bibliografía. En definitiva, las conclusiones no tienen suficiente consistencia.” “6. La legislación europea en materia de medicamentos homeopáticos no obliga a los fabricantes a incluir en las especificaciones de la formulación los componentes ni sus cantidades. Sin embargo esta información es exigida en el etiquetado de alimentos y medicamentos. Las autoridades deben corregir esta anomalía y mejorar la transparencia sobre la información de medicamentos homeopáticos.” “11. La Real Academia Nacional de Farmacia considera que desde un punto de vista científico no hay argumentos que apoyen la eficacia de los medicamentos homeopáticos y justifiquen su utilización clínica. Este método terapéutico puede crear falsas expectativas, sustituir a los tratamientos con eficacia demostrada, retrasar la consulta médica, e incluso llegar a comprometer la vida del paciente, y pueden poner en riesgo la salud de los ciudadanos. “12. La Real Academia Nacional de Farmacia considera que las autoridades sanitarias deberían advertir a la población de la carencia de pruebas científicas que demuestren la eficacia de los medicamentos homeopáticos. Los profesionales sanitarios y concretamente los farmacéuticos deben estar comprometidos con la educación sobre medicamentos homeopáticos a la población.” En el informe de la Real Academia Nacional de Farmacia se incluyen las opiniones de diferentes organismos públicos (OMS, NHMCR, NICE,...), agencias reguladoras (FDA, EMA,...) y sociedades científicas (RCGP, RPS,...) que han realizado análisis críticos sobre los productos homeopáticos, destacando la falta de evidencia en relación a su eficacia (11).
3. El COMITÉ CIENTÍFICO ASESOR DE LAS ACADEMIAS EUROPEAS (EASAC), formado por las academias de ciencias nacionales de los países miembros de la Unión Europea, emitió el informe "PRODUCTOS Y PRÁCTICAS HOMEOPÁTICOS: EVALUANDO LAS PRUEBAS Y ASEGURANDO LA COHERENCIA EN LA REGULACIÓN DE LAS ALEGACIONES MÉDICAS EN LA UNIÓN EUROPEA”
En sus conclusiones deja claro que “no hay ninguna enfermedad conocida para la que exista evidencia sólida y reproducible de que la homeopatía sea efectiva más allá del efecto placebo.”
Además, se advierte de los daños que pueden ocasionar los productos sin evidencia científica demostrada, como son los productos homeopáticos.
Por si fuera poco: “La institución, que agrupa a una treintena de sociedades científicas —entre ellas, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales—, sostiene que las afirmaciones de los defensores de la homeopatía, como la idea de que el agua tiene una supuesta memoria —algo que no se ha demostrado nunca— son "inverosímiles e inconsistentes".” (12)
Esta es una lista sucinta de informes que se basan a su vez en metaestudios, pero que ya da una idea, a pesar de su brevedad, de la falta de evidencia sólida a favor de los supuestos efectos terapéuticos de la homeopatía. La lista podría ser mucho más extensa. Aquellos que estén interesados pueden consultar el artículo de José Vicente Soler, Catedrático Emérito de la Universidad de Murcia, titulado “Todo sobre la homeopatía” (enlazado en la referencia 12) y “Homeopathy: what does the “best” evidence tell us?” (Homeopatía: ¿Qué es lo que nos dice la mejor evidencia?), artículo en el cual Edzard Ernst realiza una revisión exhaustiva de las bases de datos Cochrane para concluir que no hay nada que indique que los productos homeopáticos tienen efecto más allá del placebo (13).
Este último autor, Edzard Ernst, también dispone de un blog personal en el que se puede encontrar mucha información sobre la homeopatía y otras pseudoterapias (14).
En conclusión: no hay un sólo metaestudio riguroso que haya encontrado indicios de que la homeopatía sea más eficaz que un placebo.
Por lo tanto, no es que la Ciencia aún no sepa explicar la homeopatía: es que no hay nada que explicar. Los preparados homeopáticos no inducen ningún fenómeno imprevisto en el Universo, no provocan nada que requiera proponer nueva Física o Química para poder explicarlo.
Ante tal panorama, lo más razonable sería evitar perder el tiempo con tal pseudoterapia (y con tantas otras…). En muchas dolencias, al retrasar la aplicación de un tratamiento realmente eficaz se pierde un tiempo precioso y esto puede acabar teniendo consecuencias nefastas. Desgraciadamente, no son pocos los padres, u otros familiares, que han puesto en manos de “médicos homeópatas” a sus seres queridos, y han visto cómo éstos pagaban las consecuencias (15).
Sin embargo, a pesar de tener todas las evidencias en contra, en un intento desesperado por salvar sus creencias, aún hoy en día quedan personas que recurren a la Mecánica Cuántica para especular sobre fenómenos cuánticos desconocidos gracias a los cuales pudiera existir la homeopatía. Es decir: se inventan teorías para justificar cosas que no existen. Cuando uno se encuentra ante fenómenos extraños o imprevistos, está bien especular, en el sentido de invertir tiempo intentando explicarlos. ¡Pero es que la homeopatía no existe! ¡No nos encontramos ante ningún fenómeno interesante e imprevisto! Más valdría perder el tiempo especulando sobre qué condiciones deberían darse en Alfa Centauri para que las hadas existieran allí. Sería un ejercicio de creatividad muchísimo más interesante.
Muchas personas ocultan su ignorancia con palabras rimbombantes con las que intentan deslumbrar a su público. En estos juegos tristes, de circo viejo y payasos fracasados, la Mecánica Cuántica es una fuente inagotable de términos. Esta rama de la Física tiene un aura de misterio del que se aprovechan innumerables charlatanes para arrimar el ascua a su sardina pero, por muy deslumbrante que parezca su discurso, no se dejen amedrentar: ¿campos cuánticos? ¿microburbujas cuánticas? ¿entrelazamiento? ¿funciones de onda? ¿no localidad?... Da igual, da lo mismo, respondan siempre lo mismo: la homeopatía no existe, en el sentido de que no es útil como terapia, más allá de lo que sería un placebo. Así que todas estas personas que mentan la cuántica para explicarla ni siquiera están haciendo ciencia-ficción sino fantasía, como si escribieran una novela de caballeros y dragones. Las novelas de fantasía pueden ser realmente entretenidas pero, por favor, si padece una enfermedad… vaya a un médico de verdad, no confíe en las hadas o en los dragones. Y mucho menos en alguien que se gane la vida defendiendo su existencia.
Al mismo tiempo, y no necesariamente de forma excluyente, otras muchas personas, para defender su creencia en la homeopatía y pseudoterapias, acusan a todas las personas que llevan a cabo estos metaestudios bien de estar subyugados por un sistema académico e institucional que les impide ver la verdad o bien de formar parte de una especie de conspiración mundial en contra de la homeopatía, es decir, que todos aquellos que niegan su eficacia están, a la postre, de una forma u otra, a sueldo de instituciones, farmacéuticas convencionales y otras industrias que estarían interesadas en negar la utilidad del invento de Hahnemann. En realidad, si la homeopatía funcionara, miles de científicos y desde luego todas las farmacéuticas estarían encantados de investigarlo. Los primeros porque tendrían la oportunidad de descubrir nuevas leyes de la Física y la Química, y eso les reservaría sin duda un hueco en los libros de Historia, al menos en los de Historia de la Ciencia, y los segundos, las farmacéuticas, porque implicaría una rentabilidad muchísimo más alta de la que obtienen ahora mismo con las medicinas convencionales, que son productos que exigen muchísima inversión para sacar beneficio. Con los productos homeopáticos, en cambio, se ahorrarían un montón de dinero en investigación y en producción y prácticamente todo serían beneficios.
A diferencia de lo que mucha gente cree, científicos e ingenieros ponen a prueba continuamente el cuerpo de conocimientos que ha acumulado la Humanidad a lo largo del tiempo. No sólo se realizan constantemente experimentos a lo largo y ancho del mundo para comprobar hasta qué punto son válidos nuestros conocimientos sino que se utilizan estos conocimientos para construir nuestro mundo. Constantemente. Si estos conocimientos no funcionaran, no habríamos podido construir el mundo que conocemos: un gesto tan sencillo, y necesario, como el de beber agua seguiría siendo una especie de ruleta rusa, todos nosotros seguiríamos infestados de virus, bacterias y parásitos; la electricidad y el magnetismo seguirían siendo misterios de circo; no habría lentes, ni aviones, ni teléfonos… en definitiva: nuestro mundo no funcionaría.
Las personas que deciden estudiar carreras de ciencias, al igual que las que deciden seguir otras ramas, no lo hacen porque pretendan vivir del engaño y la mentira sino porque tienen curiosidad por conocer el mundo y ven en esos estudios una posibilidad de vivir de sus conocimientos, no del cuento. Y esto puede ser así porque el conocimiento que acumula la Humanidad… funciona: los puentes no se derrumban, los aviones vuelan, los marcapasos marcan correctamente el ritmo y la insulina y otras medicinas mantienen con vida a millones de personas cada día a lo largo y ancho del mundo.
El consenso científico y tecnológico no es una conspiración mundial, ni una una red (una “matrix”) que nos mantenga ciegos a la auténtica realidad; es el que es porque funciona. Gracias a él disponemos de agua potable, de aluminio, cobre, acero, ropa, ascensores, calefacción y un montón de comodidades más que utilizamos prácticamente sin ser conscientes. Si no funcionara, tampoco funcionaría nuestro mundo actual, la sociedad en la que vivimos: no tendríamos agua corriente ni potable, ni ropa, ni gafas útiles, ni comida barata, ni calefacción y las máquinas que funcionan con electricidad dejarían de funcionar, en fin: todo lo que damos por hecho se derrumbaría.
¿Podría ser que nos estuviéramos perdiendo un universo entero de posibilidades, regido por leyes que aún no conozcamos? No es sólo probable que así sea sino que es seguro que así es. Nuestro conocimiento del mundo no es completo, pero esto no significa que cualquier cosa sea posible. Que no sepamos todo, no significa que no sepamos nada. Sí sabemos algunas cosas con una certeza muy alta, y ese conjunto de cosas que sabemos limita el conjunto de cosas posibles, nos guste o no. Tarde o temprano, las mejores teorías de que disponemos hoy en día serán sustituidas por otras aún mejores que nos permitirán conocer con más detalle nuestro mundo, y abrirán, efectivamente, un universo entero de posibilidades, pero eso no significa que todo lo que sabemos hoy vaya a dejar de funcionar mañana.
¿Cómo es esto posible?
Muchas personas creen que cuando se desarrolla una teoría científica nueva quedan invalidadas las anteriores. Sin embargo, esto no es exactamente así. La nueva teoría tiene que explicar nuevos hechos, sí, pero también tiene que explicar todos los anteriores, debido a lo cual, lo que acaba pasando es que la nueva teoría incorpora a la antigua como un caso particular, es decir, una teoría válida en determinadas circunstancias. El ejemplo típico es el de la Teoría General de la Relatividad de Einstein, que incorpora la de la Gravitación Universal de Newton como un caso particular válido para determinadas circunstancias. En estas circunstancias, la teoría de Einstein no invalida la de Newton en absoluto: ambas coinciden en sus previsiones.
La ampliación del conocimiento humano se debe llevar a cabo a partir de pruebas empíricas que la comunidad haya examinado y que muestren, con un grado suficientemente alto de certidumbre, que hay algún detalle fundamental que se nos ha escapado en nuestra descripción del mundo. Esta es la base de todo el progreso científico y tecnológico que sustenta nuestra sociedad moderna. Fue la observación de las fases de Venus, realizada por Galileo Galilei por primera vez, lo que hizo que el modelo heliocéntrico empezara a triunfar sobre el geocéntrico. Y fueron las observaciones del espectro de cuerpo negro y el efecto fotoeléctrico lo que impulsó la revolución de la Física Cuántica. Y no olvidemos que Darwin planteó la teoría de la evolución para explicar las observaciones realizadas a lo largo de toda una vida, y sobre todo durante su viaje en el Beagle. Wallace llegó a las mismas conclusiones de una forma completamente independiente. Un siglo después, el genetista Dobzhansky afirmó, respaldado por toda una vida de observaciones: “Nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la evolución” (16). Siempre que el conocimiento humano ha progresado, ha sido a base de resultados empíricos que había que explicar, no como resultado de querer justificar unas creencias personales sin base empírica alguna. Poco a poco, el conocimiento científico se va ampliando, con mucho esfuerzo y tesón, pero no porque forcemos nuestras teorías a respaldar nuestras creencias más queridas sino más bien por lo contrario: porque procuramos construir nuestras creencias en base a las mejores observaciones de que disponemos.
Todo el conocimiento científico que la Humanidad ha acumulado, se ha podido acumular gracias a que parece haber unas reglas lógicas operando en el mundo, es decir, lo que sucede en el Universo no parece ser arbitrario ni mucho menos estar sometido a nuestros deseos cambiantes; y porque, además, nos hemos dedicado a investigar cuáles son estas reglas lógicas, con gran esfuerzo y sacrificio.
¿Qué le debemos a la verdad para esforzarnos tanto por ella, qué le debemos al Universo, a nadie? Nada. Nos lo debemos a nosotros mismos, como seres humanos, para seguir fomentando lo mejor que hay en nosotros mismos: aquello que ve la verdad como algo hermoso y la mentira como algo feo, sucio. Si el lector decide ser fiel a la verdad por encima de cualquier otra lealtad (“Amigo soy de Platón, pero más amigo aún de la verdad”) que lo haga por amor a la belleza, o a las estrellas. Al final, ninguna otra recompensa tendrá.
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