(Basado en hechos reales)
- Papá, ya sé qué quiero ser.
- Ah, muy bien hijo. ¿Y qué has decidido?
- ¡ Quiero ser jardinero de nubes !
- Qué... ¿qué es eso? ¿Dónde se estudia?
- Eso no lo sé todavía.
- ¿Cómo que no lo sabes? Pero ¿qué es eso de jardinero de nubes?
- Mira, papá, lo he decidido esta mañana, cuando iba en el metro, al ver la cara de la gente.
- Vale, hijo, pero ¿qué es?
- Nadie mira el cielo, papá. Todo el mundo trabaja sin mirar el cielo. No sólo los mineros: tampoco los oficinistas, los lampistas, los mecánicos, los torneros,... nadie, ni siquiera los campesinos ni los marineros ya. Y eso se nota, ¿sabes? Fíjate en la gente que va en el metro o en el autobús o en el tren a las ocho de la mañana. Falta color. Están agrios, casi parecen enfermos. Es que no miran el cielo. Imagínate que nuestros antepasados no hubieran mirado el mar: aún seguiríamos en las cuevas ¿no? Comiendo lombrices y raíces. Pues muy bien, ya miraré yo el cielo por toda la gente que no lo hace, y lo haré con mimo de jardinero, y explicaré todo lo que he visto, las nubes, las auroras, las tormentas, todo, y así todos podremos seguir con nuestra vida sin perdernos nada. Creo que es una buena y honrada profesión.
- Pues yo creo que estás equivocado, hijo.
- No, papá, no puedo estar equivocado. Soy bueno contemplando las cosas. Me quedo ensimismado mirando las cosas. Soy capaz de pasarme horas mirando las nubes o contemplando un árbol y disfrutar, no necesito nada más. No todo el mundo puede hacerlo. De hecho, no conozco a nadie que pueda hacerlo: a todo el mundo le gusta la actividad, y en cuanto se quedan treinta segundos quietos empiezan a aburrirse. ¡Qué digo treinta segundos ! Ni diez segundos aguantan. ¿Tú crees que puede ser porque no tienen vida interior?
- No lo sé , hijo, pero escucha: la gente no mira el cielo porque, sencillamente, no están interesados en mirar el cielo, y tampoco estarán interesados en que tú les cuentes las nubes. ¡ La gente tiene muchos problemas como para mirar el cielo ! Y sí que necesitas algo más: necesitas comer, y necesitas una casa y necesitarás un coche. Incluso una tele y muchas otras cosas, ya verás. Y para eso tendrás que trabajar y ganar dinero.
El hijo se encogió de hombros.
- No sé -dijo-. Yo sólo sé que todo el mundo es capaz de pasarse horas trabajando. Yo soy capaz de pasarme horas quieto sin hacer nada, en silencio.
- Pero eso no se valora. No habrá nadie que te pague dinero por ello.
- Entonces... ¿qué pasa? ¿Tendré que escoger otra profesión?
- Yo qué sé , hijo, pues supongo que sí, como todo el mundo.
- Bueno, vale, pues entonces seré cazador.
- Muy bien, hijo, ya empiezas a hablar con sentido común, eso creo que va más acorde con los tiempos... y cazador ¿ de qué ?
- Cazador de dinosaurios.
3 comentarios:
extraordinario, me parece muy bueno tu blog, felicitaciones, te invito a pasar por
www.juliacanelo.blogspot.com
saludos
Me ha resultado un relato, realmente enternecedor.Tienes un hijo maravilloso, y su nueva profesión, la de cazador digo, pienso que no es buena debería ser jardinero de nubes, yo sí las miro y las observo y me gustaria ver algun día una recortada, cuidada y arreglada por tu hijo.
Me pregunto que debieron ver en tu blog para pensar que los suyos te podían interesar...
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