En estos tiempos en los que todo el mundo persigue una hipoteca, me siento más cerca de las plantas que de los hombres. Procuro los recursos necesarios para mi subsistencia pero el conseguirlos no me aporta satisfacción espiritual alguna. En cambio perseguir la luz es un éxtasis sublime. Soledad, silencio, contemplación. Puedo sobrevivir perfectamente a un día sin pan; la luz, sin embargo, es un alimento irrenunciable. En estos tiempos en los que todo el mundo se abraza a una hipoteca inacabable, adquirida como prueba de su triunfo material sobre las circunstancias adversas que intentan derrotar al hombre, yo me abrazo a un árbol en silencio. Porque estoy loco, porque estoy solo, porque él, amado compañero de viaje, deja claro por el mero hecho de existir que es una opción viable vivir de la luz, que los supervivientes no tenemos ya nada más que demostrar. Porque un hombre puede talar un árbol pero no puede demostrar que el árbol se había equivocado de sitio.
De la obra: El sastre de la luz
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