sábado, noviembre 06, 2004

El poder de la mente humana

He visto esta misma mañana hombres domesticando caballos. Lo he visto gracias a la televisión, pero eso es un detalle sin importancia. Lo importante es que he comprendido la lucha entre la potencia de lo irracional y la perseverencia de la voluntad humana. He visto al animal furioso intentando desembarazarse del insidioso mono que estaba aferrado testarudamente a su grupa. He visto una potencia desmesurada contra el hombre y he visto cómo el hombre no cedía, se mantenía, aguantaba en la grupa y finalmente se imponía. He visto el genio del hombre. El cuerpo del caballo se tensaba, todo fuerza y eficacia, saltaba, daba coces y se encabritaba como una locomotora desbocada y he visto cómo el homínido que llevaba encima, de cuerpo frágil y delicado, ese mismo homínido que había necesitado meses y meses para ponerse en pie y años y años de tiernos cuidados para poder valerse por sí mismo – y aún y así no del todo por sí mismo, sino con la ayuda de la sociedad -, ese mismo homínido vibraba acoplándose al cuerpo del caballo y se tensaba como arco a punto de lanzar la flecha, pero de pura voluntad más que de fuerza, y acababa controlando a la bestia, a esa furia que se descargaba sobre él a martillazos. David y Goliat no son personajes del pasado, son algo cotidiano. He visto a unos hombres que a lo mejor no entendían ni de ingeniería ni de física ni de matemáticas, ni de poesía ni de literatura, pero decían: vamos a domar ese caballo, y lo domaban. Ahí donde otros hubieran retrocedido, cobardes o precavidos, timoratos, temerosos o sumisos, ellos se mantenían y hacían lo que decían. Lo pensaban y lo hacían. ¿Cuál era su conocimiento, su pócima, su fórmula, su poder? Su poder era bien sencillo: era el poder de la mente humana. Oh, astrólogos, magos y charlatanes, apartaos de la escena ya de una vez porque desde que un hombre no hizo caso del agorero y dijo: voy a dominar el fuego, y lo hizo, vuestro tiempo se ha acabado. ¿No os habéis enterado aún? David venció a Goliat. Ya no nos asusta la naturaleza oscura, lo desconocido, sabemos lo que hay detrás de la noche o la causa de un relámpago. Ya no nos asusta la naturaleza: montamos sobre ella y ya puede dar coces y relinchar enfurecida, que no nos apearemos. Dijimos que íbamos a domesticar el fuego y hoy el fuego no sólo trabaja para nosotros sino que además lo conocemos: sabemos qué es. Astrólogos, magos y charlatanes: el poder de la mente humana no es mover vasos a distancia, ni doblar cucharas ni predecir el futuro. El poder de la mente humana es discernir el orden en medio del caos y no dejarse hipnotizar por la fantasía. Ese es el poder de la mente humana, astrólogos, magos y charlatanes. Si queréis realmente conocerlo visitad más a menudo los laboratorios: veréis científicos trabajando, no es un espectáculo visualmente exhuberante y, por lo tanto, no se puede vender fácilmente a las televisiones, pero en el fondo es un espectáculo tan potente como la doma de caballos: ¿o es que acaso los científicos, y todos, lo tenemos fácil ante las fuerzas desbocadas que nos rodean, que nos poseen a nosotros mismos muchas veces? El científico permanece impasible por muy potente que sea el asalto de lo irracional y no se deja impresionar por las preguntas ni avasallar por la fuerza con que a veces nos asalta lo desconocido, de la misma forma que el buen domador se aferra imperturbable al caballo por muy impetuoso que sea el empuje de la bestia. ¿Es que acaso el científico es un ser frío y desapasionado? No, debería vivir su vida con la misma pasión que un domador de caballos. Astrólogos, magos y charlatanes, si queréis realmente conocer el poder de la mente humana id a sus frutos: no domestiquéis caballos, no se os vaya a romper el espinazo, acostumbrados como estáis a sillas más tranquilas, pero sí podríais estudiar el método científico y su aplicación, en medio de la tormenta, en medio de la doma, en medio del terremoto, en medio de esta naturaleza incomprensible y desbocada que nos zarandea como un caballo salvaje, en medio de la incertidumbre y el sobresalto, como hacemos todos, todos los que sabemos guardar silencio cuando el terreno es resbaladizo y el escepticismo, la actitud más lúcida y aconsejable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

creo que tienes una visión demasiado romántica de la ciencia. Se nota que no has estado en un laboratorio o en un departamento de una universidad cuando hay que pedir dinero para que salgan adelante los proyectos. Todo tan sucio y rastrero como todo lo demás.

Saludos,

Joaquín

Anónimo dijo...

Yo entiendo perfectamente lo que quieres decir, que se habla de símbolos, y no de miserias universitarias...

Gerardo