miércoles, octubre 20, 2004

Muerte de una avispa

Con la muerte de la avispa de la fotografía finalizan miles de millones de años de evolución, desde el Big Bang hasta hoy veinte de octubre del año 2004 de nuestra era. Ha sido un largo camino recorrido que ha desembocado en un ser vivo perfectamente adaptado a su entorno, excepto por el pequeño detalle de mis gatos, que son mejores cazadores que filósofos contemplativos (aunque, en ciertas ocasiones -no es el caso de la de ahora-, también sean bastante buenos contemplando impasibles las circunstancias de su alrededor). Por fortuna, otros muchos caminos siguen abiertos y avanzando hacia el futuro, algunos de esos caminos tienen forma de avispa y otros no, una buena cantidad de ellos se dirigen hacia horizontes inciertos y a unos pocos (con forma de ser humano) les gustaría volver atrás, muy atrás, a la época en la que sólo contaba la fuerza bruta y el intelecto, la sensibilidad y la empatía eran mutaciones peligrosas que había que procurar erradicar. En cualquier caso, todos los caminos siguen su vuelo hacia delante impelidos por un mismo impulso irracional hacia la vida. Por compartir raíz irracional con la avispa, he considerado que merecía un entierro digno y he cavado una pequeña tumba con mi dedo índice a los pies de un ficus (casi) centenario donde , hoy a las dos de la tarde, he depositado su cuerpo ya sin vida. Buen viaje, avispa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hace falta ser budista para saber pararse a refexionar y respetar la vida. Hermoso texto.

Un saludo.

Gerardo (*BAJO EL VOLCÁN*)